lunes, 9 de julio de 2012

L a noticia todavía es noticia. Desde 1955, una tan sola centroamericana ha alcanzado una final de Miss Universo, la plataforma del non plus ultra de la belleza femenina. Se llamó María Isabel Arrieta Gálvez, Maribel. Maribel, la Marilyn Monroe de Cuscatlán. “La diplomática más bella del mundo”. Vedette de una película. Baronesa de Thuret. Pintora de 30 exposiciones. ¿Qué adjetivo o mote podría sintetizarla? ¿Cómo empezar a describir a una salvadoreña que raya en lo mitológico? Viernes, 22 de julio de 1955. La fecha ya se figura lejana, amorfa. Ese día –en Long Beach, California–, Maribel Arrieta escucha dos veces el nombre de El Salvador. Y se abre paso entre las concursantes semifinalistas de Venezuela, Alemania, Ceilán y Japón. Al mismo tiempo, se vuelve menos terrenal, personaje de historia y ficción. La declaran “Miss Congeniality” y “la segunda mujer más bella del mundo”. Para intentar reconstruir quién era, a partir de lo que se decía de ella, resultan útiles las hemerotecas, como la de este periódico. Durante semanas, fue duplicada en titulares, portadas, contraportadas, avisos y hasta en entrevistas donde se le preguntaba de todo. —¿Ha copiado la apariencia de Marilyn Monroe? —Yo no copio. Talvez ella me copia a mí –respondió, “disgustada”, la belleza de 20 años. —Algunos opinan que sonríe como lo hace Marilyn... —Yo sonrío como mi madre. En El Salvador, todos me dicen que mi madre era linda cuando era joven. También dicen que me parezco a mi papá... En los militarizados años cincuenta, un terremoto echó por tierra a los poblados de Jucuapa y Chinameca. Y para agravar el panorama nacional, el precio del café también se vino al suelo. “Lo más bonito” de esos años parece ser el triunfo de Maribel. En agosto de 1955, como si fuera el diamante que remata un anillo, LA PRENSA GRÁFICA insertó lo de Maribel entre noticias menos agraciadas. Efraín Imendia, un famoso publicista capitalino describía: “Lo que no han hecho todas las embajadas juntas –con sus lujosas residencias y escudos desteñidos–, lo pudo hacer, en el milagro de su belleza y simpatía, Maribel Arrieta. ¡La nueva reina de Cuscatlán!” Mientras tanto, el trío melódico de la Guarda Nacional interpretó un “chotis” para Maribel, escrito por el poeta Oswaldo Escobar Velado. Algunos titulares: “Hija predilecta de San Salvador”, “Piden que su efigie sea estampilla postal”, “Triunfal entrada hizo ayer Maribel...”. En una sucesión de fotografías, Maribel luce deliciosa, sonriente, debajo de un sombrero velado. Sus ojos –célebremente verdes– destellaban. Con el sol a plomo, en medio del aeropuerto de Ilopango, Maribel parece descender por la escalerilla de un avión de Pan-Am mientras saluda a una multitud, que la prensa calculaba en “miles y miles”. Dos muchachas la escudriñan, absortas, como si fuera una divinidad, una semidiosa griega. En el tumulto, se atisba al único candidato presidencial, el coronel José María Lemus. Y al presidente de la Asamblea Legislativa, José María Peralta. La recibieron con aplausos y flores. Pero ella misma fue un inmenso bouquet-carroza. “En su carroza, Maribel tomó la Panamericana, la hilera de vehículos estacionados, prácticamente acaparó esa carretera. Siguió por la avenida Cuscatlán hasta la colonia Costa Rica, donde reside junto a su familia. Por cada lugar que pasaba, era ovacionada estruendosamente por centenares de personas congregadas a través de la ruta que había sido anunciada”, detalla una nota periodística. La fanfarria de bienvenida recuerda a la que recibió el papa Juan Pablo II, en 1983. —No por gusto fue Miss Congeniality. Maribel era humilde. Y no era cohibida, tenía mucho jalón con la gente, sabía cómo entrarles. Era muy relax... Tenía porte, desde niña hizo ballet –interviene Mauricio Arrieta. Mauricio no oculta ser el hermano (dos años menor) de Maribel. De hecho, se parece un poco. Sin embargo, su fama parece independiente. Es un arquitecto, de 76 años, más reconocido por haber diseñado el Palacio de los Deportes y el edificio del banco Procredit. En su despacho, en plena colonia Escalón, sobresale un enorme librero, tiestos precolombinos, pinturas. Y fotografías de Niemeyer, Le Corbusier. Y de su hermana, Maribel. —Luego del concurso, Maribel recibió ofertas de Hollywood. Pero ella no quiso –platica Mauricio detrás de su escritorio. Y desliza un antiguo álbum fotográfico, donde Maribel luce bella y feliz ante un escenario “western” de los Estudios Universal, en Los Ángeles. Eso contrasta con lo que, en 1955, le dijo a un periodista. —¿Por qué piensa rechazar esa oferta, de $5,000 semanales, que le hace Howard Hughes para filmar películas? —Deseo dedicarme a la vida del hogar en San Salvador y estar al lado de mis padres. Los contratos son buenos y ofrecen grandes perspectivas pero los he rechazado, a pesar de que me encanta Estados Unidos. A diferencia de la salvadoreña, la ganadora de Miss Universo –Miss Suecia, Hillevi Rombin– aceptó el ofrecimiento de Howard Hughes, el famoso magnate texano, adicto a la aviación, a la dirección cinematográfica y a las mujeres guapas. En 1955, Miss Suecia filmó “The Benny Goodman Story”. Poco después, Maribel cambió de opinión. —En 1955, un grupo de mexicanos se acercó a Maribel. Le dijeron: “En México, D. F. te hacemos una película ya, ya, ya”. Y aceptó –asegura Mauricio, el hermano. Según Mauricio, hace solo unos 10 años –en Houston, Texas– consiguió una copia de esa primera y última película de Maribel: “En 1956, pasaron la película en el cine Apolo, que era de los ‘tip top’ (de los mejores). Y desde entonces, muchos salvadoreños, ni siquiera la misma Maribel, volvieron a ver el filme... Cuando vi a mi hermana allí, me emocioné. Se ve tan joven”. Dicho lo anterior, entrega un CD que antes fue “cinta”. La película, en sepia, se llama “Nos veremos en el cielo”. Arranca con los créditos que parecen flotar sobre escenas callejeras del D. F. Dirigida por el célebre Julián Soler. Protagonizada por Ramón Armengod, recordado como un famoso cantante y galán de cine. Y con el Zócalo de telón de fondo, aparece en letras blancas y grandes: “Maribel Arrieta (Miss El Salvador)”. Maribel luce guapísima, delicada. Tanto, que opaca su inexperiencia actoral y el hecho de que su voz haya sido doblada, ¿será que era muy marcado su acento salvadoreño? De cualquier forma –y aunque no quede claro en los créditos–, Maribel es la protagonista. Se le ve esquiando en Acapulco. Sube al Popocatepetl. Bailan para ella. Es rival de Bertha Lepe, la actriz mexicana que en 1953 fue “cuarta” en Miss Universo. Y al final, besa y se queda con Armengod. —Después de esa película, Maribel ya no quiso hacer más películas. No le gustó el ambiente del cine mexicano, vio cosas... discusiones, promiscuidad –lo dice Mauricio, su hermano, como colofón de su paso por el cine. Un cáncer linfático –que luego se extendió a sus huesos– asesinó a Maribel Arrieta en 1989. Tenía 55 años. “Mi hermana se sintió salvadoreña hasta su muerte. Pero entendió que tenía un título nobiliario, por eso ya se había hecho la idea de ser enterrada en Europa, en el castillo de los Thuret”, explica Mauricio Arrieta. Aún en su despacho, Mauricio hace cuentas. “Por todo, Maribel solo vivió unos 16 años en El Salvador”. Que alrededor de 1953, Maribel vivía en Los Ángeles, en casa de su tío, Joe Arrieta. Que allí estudió arte. Que ganó un primer lugar en pintura, y otro primer lugar en otro concurso de belleza, “Miss Latin America”. Que tras lo de Miss Universo, regresó al país. Y que el presidente Óscar Osorio le preguntó: “¿Por qué estás aquí?” Que Maribel se encogió de brazos. Y que él la mandó de auxiliar de cónsul a la ciudad de Amberes, Bélgica. Mientras Mauricio platica, cerca de su librero, se atisban fotografías, enmarcadas, de todos los expresidentes –a excepción de Antonio Saca– que ha dado el partido ARENA. —¿Y Maribel simpatizaba con el partido ARENA? —Sí, mire este cuadro, lo pintó Mirabel en los ochenta, es su interpretación del conflicto armado... Mauricio desliza una fotografía del cuadro. Es uno surrealista, lúgubre, donde unos esqueletos con vestiduras de guerrillero, militar y sacerdote católico parecen danzar, como celebrando la guerra. —¿Maribel era prima del mayor Roberto d'Aubuisson Arrieta? —Éramos primos, pero en segundo grado... Pero sí, se conocieron, de hecho, siempre recuerdo que Maribel era (nacida) del 22 de agosto; y Roberto, del 23. Él decía que una vez viajó a Bruselas, con el hijo del coronel Molina, y la fue a visitar a su casa porque ella era una “apertura” (diplomática). Aunque nunca militó, la historia de Maribel tiene sus flecos políticos. En 1955 –al regresar triunfante a El Salvador– admitió algo: “Mi viaje ha sido costeado en su totalidad por el PRUD (el partido en turno, el Revolucionario de Unificación Democrática) y he aceptado por ser su reina”. Y no solo eso. En Nicaragua. Antes de morir en 2009, Ignacio Briones Torres, un periodista e historiador, describió un aspecto interesante de Rigoberto López Pérez. Rigoberto era el poeta nicaragüense que –un año después del triunfo de Maribel– asesinó al dictador Anastasio Somoza García. “En San Salvador, Rigoberto López se enamoró, con el más apasionado amor platónico que he visto, de una joven salvadoreña llamada Maribel Arrieta... Rigoberto me enseñó un álbum manuscrito con poemas dedicados a Maribel, y creo que ella nunca llegó a conocerlo”, describió Ignacio Briones. Y no solo eso. Antes del celebérrimo concurso de belleza, Maribel fue novia de Enrique Álvarez Córdova. Alrededor de 1954, Enrique Álvarez venía siendo lo que hoy es el príncipe Harry de Inglaterra, un soltero codiciado. Joven. Guapo y culto. Jugador de polo y basquetbolista. Adinerado; hijo de una de las familias cafetaleras más ricas del país. Habría sido difícil imaginar que, años después, Enrique se convertiría en líder de izquierda. En 1980, llegó a presidir el Frente Democrático Revolucionario, hasta que –según John Lamperti, estudioso de la Universidad de Stanford– el ejército lo secuestró, le arrancó los ojos y un brazo, lo remató de 12 tiros, y lo arrojó cerca del lago de Ilopango. —Yo recuerdo bien a Enrique Álvarez, él llegaba a la casa a buscar a Maribel... –asegura Mauricio Arrieta. Él continúa con su mirada atornillada en su computadora, mira una interminable presentación, Power Point, con imágenes de su hermana. Con simultaneidad, asegura que no sabría desmentir el mito urbano de que Enrique Álvarez jamás se casó porque no superó que Maribel hiciera una vida lejos, con un noble europeo. “Solo Enrique sabría decirlo.” Sin embargo, en 1997, Antonio Cabrales, un amigo de Enrique Álvarez (en una entrevista recogida por John Lamperti), aseguró algo. —A Enrique de verdad le gustaba Maribel. Pero por alguna razón, él no continuó con ella. Sin embargo, no dejo de pensar que su vida habría cambiado si se hubiera casado con ella... Él nunca se casó. En el cinturón del siglo XX –alrededor de 1952–, varias revistas gringas empezaron a lanzar su versión “latina”. En los anaqueles de La Habana o Bogotá, destacaba la Reader’s Digest. Y la revista LIFE, una de variedades que era apéndice de otra llamada Time. La LIFE tenía las dimensiones de este periódico. Pero eso es lo de menos. Más interesante resulta la edición del 3 de junio de 1957. En la portada, a todo color, junto a un chandelier de cristal, Maribel parece sonreír desde otra época. El contraste de titular e imagen no deja de parecer exótico: “Diplomática salvadoreña”. —Hace unos años, me metí en internet. Y en Mercadolibre.com encontré a Maribel. Ella salió en dos números diferentes de la revista LIFE, $10 me costó traer cada revista desde Argentina –explica Mauricio Arrieta, aún en su oficina. La revista inmortaliza el Génesis de su vida en el exterior, en Bélgica. El artículo arranca describiendo a la rubia salvadoreña, entonces de casi 23 años, como “la diplomática más bella del mundo”. Fotogénica. Hasta en la última de las fotografías, luce muy guapa mientras practica equitación, ballet, boxeo y francés. En una ellas, parece como sacada de la película de Blancanieves o de “Pride and Prejudice”. Vestido largo y vaporoso. Guantes blancos, de esos que llegan hasta los hombros. Así, baila un vals con un auténtico conde –vestido con traje de mariscal–, François du Monceau de Bergendal. Según LIFE, Maribel disfrutaba de muchas fiestas como esa. Y creía que su éxito en Miss Universo se debía a su diplomacia, “nunca dije concretamente esto o aquello. Siempre contestaba a medias”. La publicación destila más información. Maribel aseguraba que descartó trabajar en un club nocturno mexicano, porque el empresario quería que cantara en bikini, “cuando se canta lo que vale es la voz, no el cuerpo”. Y a pesar de ser la encargada de las exportaciones de Bélgica a El Salvador, Maribel reconocía tener problemas para las matemáticas. Tanto, que solicitó una calculadora al gobierno salvadoreño, pero nunca le llegó. “Sumo y sumo, y siempre me sale un resultado diferente.” Maribel parecía inmune a los prejuicios. “Se cree que una reina tiene que ser tonta. Pero, lo principal es que yo amo a mi patria y hago cuanto puedo por ella.” Y como muestra, un botón. El periodista que la entrevistó presenció una situación –un tanto incómoda– que Maribel supo manejar. —¿Por qué siendo El Salvador tan pequeño no se fusiona con una nación más grande? –le preguntaron unos belgas. —¿Y por qué no lo hace Bélgica? Si no me equivoco, Bélgica es más pequeña que El Salvador... Mauricio interrumpe. Comenta que como él estudió en Suiza, solía visitarla en su apartamento de Amberes. Una ciudad, a orillas del río Escalda, que él describe como inhóspita, fría y cenicienta: “Por eso, años después, decidió mudarse a Bruselas. Una ciudad más cosmopolita, con otro aire, gente interesante”. Mientras platica –y sobre el plano de una casa que mantiene extendido sobre su escritorio– coloca su última revista LIFE. La del 15 de mayo de 1961. Maribel ya no aparece en portada. Adentro, en dos páginas, se anuncia: “La bella diplomática salvadoreña se casa con un noble francés”. La revista explica que Jacques Thuret –un barón francés, de 33 años, y radicado en Amberes– se “enamoró a primera vista” de Maribel. Y que le propuso matrimonio cuando apenas y se reponía del “choque eléctrico” que sintió al verla. La boda ocurrió en Génova, Italia, donde un tío de Maribel era cónsul. En la publicación, aparece también el mismísimo Mauricio Arrieta, de pie junto a su hermana envuelta en telas blancas. —En internet, hay quien asegura que Maribel tuvo desazones con el barón de Thuret... Aseguran que sufrió infidelidades –comento a Mauricio. —Mi cuñado era un “playboy”. Era un tipo de alcurnia, que vestía muy bien, era un galán con buena labia. Y le hacía “sus cositas”. Ella tenía sus problemas, como todas las personas que tienen un esposo un poco inquieto... Era muy dado a atender a las señoritas. —Y al morir Maribel (en 1989), ¿él se volvió a casar? —No, no. Él murió como cinco o seis años después que ella, pero soltero. Mauricio cuenta cosas difíciles de resumir. Que Maribel y Jacques tuvieron tres hijos: Ariane, Henry Francois y Thangy. Que ya “bien embarazada” se dejó venir a San Salvador a parir a su primera hija, Ariane. Que continuó su vaivén entre Bélgica y San Salvador con el pretexto gastronómico de las pupusas y los tamales. Que Henry, el más guapo, vino un tiempo a estudiar aquí. Y que era un tanto excéntrico, que siempre andaba con un monito a hombros. Que el barón de Thuret vino unas 10 veces a El Salvador. Y que Maribel nunca adquirió la nacionalidad francesa. Eso último queda claro en la publicación de LIFE de 1961: “La nueva baronesa firmó una declaración renunciando a la ciudadanía francesa, para conservar su nacionalidad y también los fueros de diplomática salvadoreña”. ¿La belleza de Maribel Arrieta fue excepcional? En 1955, para una entrevista, ella misma dijo que “hubiera querido tener pelo negro, ojos verde-hoja, cutis oscuro y nariz respingada”. Hace solo unos días atrás, Roberto Galicia –el pintor y director del museo MARTE– definía a Maribel como parte de la mitología cuscatleca. Algo así como un referenciado personaje de ensueño. —Yo la conocí. Lo que recuerdo es haber visto a una mujer que me impactó en toda su presencia, sin particularizar si tenía los ojos así o de tal manera... Definitivamente, es uno de los grandes personajes del imaginario salvadoreño –dijo Galicia. Él la conoció en su apartamento de Bélgica, cuando viajaba al lado de los pintores nacionales César Menéndez y Julia Díaz. En cambio, Lovey Argüello, la poetisa, dice que la vio aquí en San Salvador, poco antes de que falleciera. —La vi visitando una galería de arte. ¡Me llamó poderosamente la atención, ella tenía algo! Y no sé si ya estaba bajo quimioterapia, pero era lindísima. Era una muñeca. Muy elegante. Muy señora. Creo que se dedicaba a obras de caridad, no llevaba una vida del “jet set”, pero la vi tan linda. Con unos ojos... Y hay alguien que conoció a Maribel en la adolescencia, cuando fueron compañeras en La Asunción de Santa Ana. Un colegio estricto y elitista, regentado por monjas europeas. “Maribel era sincera, seria y católica. En el colegio, éramos buenas amigas, a las dos nos gustaba el arte... Siempre resaltó, era muy bonita”, cuenta Rhina Avilés, de 79 años. Rhina es la rubia propietaria de la Galería Espacio. Aclara que Maribel vivió en Santa Ana porque su papá trabajó allí durante una temporada: “Pero de la vida sentimental de Maribel no puedo hablar. Solo sé que ella y Enrique (Álvarez) fueron noviecillos...”. Existen muchos salvadoreños que ignoran quién fue, o es, Maribel Arrieta. Hace unos días una empresa salvadoreña que se publicita en Facebook mostró una imagen de Maribel en Miss Universo. Y esta despertó todo tipo de comentarios entre más de 1,175 salvadoreños. “Súper preciosa”. “¡WOW!” “Igual a Marilyn Monroe”. “Pura la Shakira”. “Mamacita”. “Está como Dios manda”. “Sabor”. “Ahora solo bagres esqueléticos mandan a Miss Universo”. “Es la más hermosa que hemos tenido”. “Esta cipota nunca se subió a un bus”. “Ni parece salvadoreña”. “No es 100% salvadoreña, seguro sus papás eran extranjeros”. —¿Maribel Arrieta era mestiza? ¿Tenía algo de indígena? –pregunté a Mauricio Arrieta. —Sí, tenemos sangre indígena por el lado de mi abuela materna, que también estaba emparentada con los hermanos Aguilar (próceres de la independencia), pero que se casó con un Gálvez que descendía de un español de Murcia, España. Del lado paterno, el primer Arrieta vino del país vasco allá por 1800 y algo... ¡Maribel era salvadoreña, demasiado! Mauricio cree que la belleza es un don. Una quimera de genes, geografías y suerte. Y está convencido de que en este país hay belleza: “Aunque, creo que las salvadoreñas más guapas no están concursando”. En 57 años, solo tres salvadoreñas han destacado. En 1975 –cuando El Salvador fue sede de Miss Universo–, Carmen Elena Figueroa conquistó el octavo puesto. Transcurrieron 20 años hasta que Eleonora Carrillo (hija de Beatrice de Carrillo, exprocuradora de Derechos Humanos) se volvió a acercar, fue octava. La última vez fue hace 16 años, cuando Milena Mayorga fue séptima. Quizá por lo anterior, la noticia todavía es noticia. Desde hace 57 años, una tan sola centroamericana –mujer nacida entre Guatemala y Costa Rica– ha alcanzado una final de Miss Universo, la plataforma del non plus ultra de la belleza femenina. Se llamó María Isabel Arrieta Gálvez, Maribel.

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